Una jornada del GAJ enseña las claves del interrogatorio, contrainterrogatorio y alegato final

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Numerosos colegiados granadinos asistieron en la tarde del 18 de enero a una interesante y dinámica jornada sobre ‘El abogado litigante’, organizada por el Grupo de Abogados Jóvenes, en la que el letrado sevillano Óscar Fernández León aportó las claves sobre el interrogatorio y el alegato o informe oral durante la actuación en sala.

El ponente arrancó la sesión formativa con un ejemplo con el que puso en evidencia una de las primeras reglas del interrogatorio: “Cuando el letrado ha alcanzado el resultado esperado, es mejor parar”. De este modo, mediante ejemplos y vídeos ilustrativos, Fernández León profundizó en las pautas del interrogatorio directo, cuando el testigo mantiene una postura similar a la del abogado, y el contrainterrogatorio, cuando se muestra contrario a la postura del letrado. “Esta subdivisión es importada del sistema anglosajón, pero en España no está clara esta distinción y va como unificado, aunque la realidad es que hay un testigo proclive a tu versión y otro en contra, de modo que aplicando las técnicas específicas de interrogatorio directo y contrainterrogatorio conseguimos unas habilidades de litigación totalmente diferentes”, explicó el experto.

Así, el abogado sevillano desglosó los procedimientos de interrogatorio directo y contrainterrogatorio como acción estratégica, deteniéndose en los objetivos de cada uno, la preparación y orden de los testigos, la tipología de preguntas y sus usos o la estructura, ritmo y duración del testimonio. “El abogado no solo comunica en el alegato al final, sino también cuando está interrogando, es decir, persuade a través de las preguntas que hace”, afirmó.

Continuó la jornada hablando sobre el informe oral, desgranando en este caso la importancia del mismo, las pautas de elaboración y estructuración del alegato como herramienta de persuasión y consejos para la puesta en escena. “El abogado tiene que ser un muy buen comunicador puesto que es un mensajero de cierta información: si el mensaje es bueno y el mensajero es malo, no llega a ningún lado”, argumentó Fernández León que describió al buen litigador como un letrado muy estudioso, motivado, apasionado, concentrado en sala, imaginativo, con capacidad de reacción y que sea paciente y prudente, porque “el abogado litigante es calmado y actúa a sangre fría sin dejarse provocar por un testigo o una disputa por el juez”.